miércoles, noviembre 22, 2006

LA PACHAMAMA


El hombre moderno rompió todo vínculo con la naturaleza sin respetar los principios del orden natural llegando así a un estado de cosas tal donde el punto de retorno se torna cada vez más dificultoso. Para la búsqueda de esa perfección de la que hablaban los antiguos, el hombre debe restaurar los lazos que lo unen con la naturaleza física y con el contorno institucional, enriquecido por la tradición espiritual y cultural. Vivimos en una época de divorcio, de ruptura con Dios, de desunión de las personas, todo se ha vuelto fungible, y que fungibilidad universal es sin lugar a dudas los que se ha dado en llamar “el desierto del hombre”. El hombre entonces, no abraza a la naturaleza, más bien no la fecunda, la esteriliza. La vuelta absoluta a la naturaleza sin más es una quimera, pero igualmente nefasta es la separación excesiva de la misma. En efecto, deberemos encontrar el equilibrio que nos proporcione el respecto del orden natural físico y el ajuste al orden natural moral.
Santo Tomás enseña que el hombre es sociable por naturaleza, esto significa que siempre necesitamos inexorablemente del prójimo. Del mismo modo el hombre moderno deberá detenerse a observar su alrededor para comprender la magnitud del daño irreversible que le está causando a su prójimo, la naturaleza.
El orden natural nos invita a adaptarnos a su realidad, a respetarlo como condición de nuestra misma realización individual. Este orden podemos aceptarlo o rechazarlo en todo o en parte: esto constituye nuestra actitud ética fundamental; insertarnos o no en este orden, con la consecuencia inevitable para nosotros, en cada caso, de realizarnos, ser más nuestro ser, o definitivamente atomizarnos en la medida en que no respetamos ese orden. Nosotros todavía poseemos la espada de la palabra, del grito, de la denuncia y de la propuesta alternativa por otro mundo más justo y solidario.